‘Nubes pasajeras’ (1996), Aki Kaurismäki

Ilona (Kati Outinen) pierde su trabajo como maître cuando el restaurante donde trabaja, de ambiente cincuentero, es vendido a una cadena, por su parte, su esposo Lauri (Kari Väänänen) también es despedido de su empleo como conductor de tranvía. El matrimonio tendrá que luchar contra un mundo voraz para intentar sobrevivir.

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Neorrealismo finés

La desintegración de un monstruo tan inconmensurable como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991 trajo una serie de desajustes y reacomodos culturales locales e intercontinentales muy complejos y variados.

Una de las naciones más afectadas por este hito histórico fue Finlandia, un país pequeño, con pocos, por no decir nulos, recursos naturales y una población que hace veinte años apenas superaba los 5 millones de habitantes. La URSS significaba la relación comercial más importante para el país nórdico; dejar el regazo protector soviético causó una fuerte crisis que ocasionó el cierre de innumerables empresas, el desempleo masivo y el empobrecimiento de las arcas federales.

Las películas noventeras de Aki Kaurismäki, el director finlandés más importante de la historia, supieron mostrar una realidad social desesperanzadora al igual que maestros del Neorrealismo como Vittorio De Sica o Roberto Rossellini lo hicieron con la Italia de la posguerra el siglo pasado.

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Minimalismo

Nubes pasajeras, que inaugura la trilogía sobre Finlandia, también conocida como la trilogía del proletariado, nos invita a descubrir las amargas vicisitudes de una crisis económica desde el punto de vista de los más vulnerables; la clase trabajadora.

Ilona es una anfitriona de un restaurante anticuado, ella y todos los demás empleados; el cocinero, el lava losa, los meseros, el guardia de seguridad, incluso la dueña, son una familia que pronto es sacudida cuando una empresa privada compra el lugar, ¿quizá con el objetivo de transformarlo en un fast-food? Aquí Kaurismäki detona la historia con una alegoría a un mundo cambiante que se adapta a la vorágine de las exigencias consumistas: un restaurante que es cambiado por un lugar de comida rápida como metáfora del triunfo capitalista y la debacle socialista.

Lauri, esposo de Ilona, también pierde su trabajo como conductor de tranvía en una secuencia donde ya vamos degustando el humor tan negro de Kaurismäki, pues un juego de azar es el encargado de definir el futuro del infeliz Lauri. Con ambos desempleados comenzará un tortuoso camino en busca de la supervivencia que los llevará a experimentar humillaciones, decepciones e incluso roces con la ilegalidad.

En la cinta volvemos a ser testigos del estilo minimalista del director que compone todo lo formal con base en la economía de recursos heredera del Robert Bresson más ascético al que veremos referenciado con el cartel de su película El dinero (L’argent, 83) que aparece en la secuencia donde Ilona y Lauri van al cine. Junto al afiche de Bresson también se puede ver uno de L’Atalante (íd. 34) del trágico cineasta Jean Vigo; estos cameos no son gratuitos pues en ellos se contiene la esencia fundamental de Nubes pasajeras: una pareja que se ama a morir (L’Atalante) y navega por los cauces de un mundo que comienza a ser dominado por el metal (El dinero).

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Estoicismo

Si bien el argumento de la cinta es de evidente inclinación melodramática, Kaurismäki nunca comete pecados sentimentalistas. En la dirección de unos actores tan estoicos como impasibles, cuya interpretación es castrada de todo movimiento y diálogo innecesario, se percibe una extensión de la naturaleza minimalista de la obra.

El drama se intercala con secuencias cómicas de un humor tan negro como sutil que ablandecen la seriedad de los temas subrayados en pantalla, hilarantes gags que rememoran al Jacques Tati de Mi tío (Mon oncle, 58) y Playtime (íd. 67).

En el rostro de Ilona, interpretada tan sobresaliente por la actriz fetiche del director, Kati Outinen, se condensa toda la impaciencia, toda la angustia e impotencia de la sociedad finlandesa de principios de los 90. Los rostros son iluminados tan bello por el colaborador más asiduo de Kaurismäki, Timo Salminen, cinefotógrafo de gran talento con influencias de Edward Hopper o Nigel Van Wieck en su estilo.

El camino del angustioso matrimonio va a encontrar el vuelvo que necesita con el reencuentro del mismo equipo restaurantero que vimos al principio del filme. Juntos, de nuevo: el cocinero, los meseros, el guardia de seguridad, incluso la ex dueña, apostándolo todo a un nuevo y renovado restaurante que tiene un emblemático nombre: Työ; ‘trabajo’ en español.

Es así que nos encontramos con un Kaurismäki que llama a la unión de las fuerzas, a un reencuentro empático social para sobrevivir a las nubes de desgracia que, como nos dice su discurso lleno de esperanza, siempre son transitorias.

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Héroes humildes

Nubes pasajeras es una película distinta de un director distinto que logra plasmar la tristeza y la desesperanza con toda la sutileza posible. La austeridad que Kaurismäki implementa deviene en una historia honesta, perturbadoramente divertida pero sobretodo optimista que se posiciona muy de cerca para hacernos partícipes del recorrido de la gente que nunca gana, de héroes humildes, y trabajadores orgullosos.

El estilo del director encontraría el pleno desarrollo de sus postulados tanto formales como dramatúrgicos unos años más tarde con Luces al atardecer (Laitakaupungin valot, 06), conclusión de la trilogía del proletariado que ya adelantaba la conversión de este mundo en un monstruo sin cabeza que lo devora y lo pervierte todo.

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Título original: ‘Kauas pilvet karkaavat’
País: Finlandia
Año: 1996
Duración: 97 minutos
Dirección: Aki Kaurismäki
Guion: Aki Kaurismäki
Fotografía: Timo Salminen
Producción: Sputnik

Valoración Nova: 8/10

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