‘Clímax’ (2018), Gaspar Noé

Francia, años 90. Un grupo de bailarines profesionales se enclaustra en un viejo internado, para ensayar una coreografía que pretenden llevar de gira a los Estados Unidos. Después de 3 días de estancia, celebran una fiesta que pone punto final a las prácticas, sin saber que alguien ha puesto LSD en la sangría de frutas que todos beben sin parar. Cuando la droga comienza a hacer efecto, la noche se volverá un infierno total.

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Malas experiencias

Hace mucho tiempo ya que la misión artística dejó de ser únicamente la sublimación de la belleza; Joel-Peter Witkin, Piero Manzoni, Marcel Duchamp o el mismo Andy Warhol, fueron creadores que hicieron de lo escatológico, de lo desagradable y de lo violento, un arte expresivo y revolucionario.

Dentro del campo cinematográfico, nombres como Pier Paolo Pasolini, Wim Wenders o David Lynch, han desistido de la belleza (llamémosle canónica) en favor de otras vías de creación (anti)estéticas.

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El cineasta argentino, de filmografía francesa, Gaspar Noé, también ha optado por construir su obra (de manera más burda y simplista) bajo estos conceptos creativos.

Su estilo, muy similar al del danes Lars von Trier, parte de la utilización de imágenes desagradables e impactantes, que buscan la rápida desestabilización emocional del espectador, para así manipularlo más fácilmente.

Las películas de Noé son, por lo regular, experiencias desagradables y gratuitas, sin embargo, en Clímax, su más reciente trabajo, el director consigue dar un importante salto de calidad.

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‘Una película orgullosamente francesa’

La cinta se inicia con una serie de entrevistas a un grupo de bailarines que son contratados para dar forma a una coreografía, que después será presentada en los Estados Unidos. Durante esta primera secuencia, en la cual ya se hace mención del LSD, queda resumido todo el (casi inexistente) argumento, como veremos después, para Noé lo importante no es el guion literal, sino su fuerza expresiva.

En seguida somos testigos de la magnífica coreografía, de espléndida concepción y mejor ejecución, montada mediante un extenso plano-secuencia (potenciado con el uso de grúa) donde el director hace gala de toda la grandilocuencia visual tan característica de su cine.

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Advertimos también un uso lumínico muy similar a lo hecho por Noé en sus producciones anteriores; luces neón de movimientos estrambóticos y alternancias muy marcadas entre monocromías verdes, ámbar, rojas y azules, que remiten al Jean-Luc Godard de El desprecio (Le Mépris, 63) y Pierrot el loco (Pierrot le Fou, 65).

Sin embargo, si Godard usaba los colores para ensalzar el espíritu francés y preponderar su lucha por los derechos y las libertades humanas, aquí todo está de cabeza, Clímax no es un canto al orgullo de Francia, todo lo contrario, para el cineasta argentino ya no hay nada de qué enorgullecerse.

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Una vez terminados los ensayos, el grupo inicia una fiesta para celebrar su éxito, aquí Gaspar Noé cambia el interminable plano-secuencia por imágenes segmentadas, donde comenzamos a vislumbrar los verdaderos rostros de todos los bailarines; hay machismo, misoginia, enajenación sexual masculina, caretas falsas y depravación.

El director construye un microcosmos; hombres, mujeres, negros, caucásicos, homosexuales, bisexuales, heterosexuales, toda Francia está condensada en estas paredes, y así, mediante la disgregación entre personajes, Noé ejerce una fuerte crítica a una sociedad francesa hipócrita, que se vanagloria por ser la inventora y defensora de los derechos humanos, pero que, en el contexto sociopolítico actual, ha revelado todo el racismo y la xenofobia que estaba oculta.

Si en El ángel exterminador (íd. 66), del genio español Luis Buñuel, las caretas poco a poco iban desvaneciéndose, para dar paso a todas las bajezas de las que el individuo es capaz, en Clímax, es un abrupto golpe, un violento volantazo, el cual nos dirige directamente hacia el averno.

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‘La muerte es una experiencia extraordinaria’

Una persona, que el director se niega a revelar, ha envenenado la sangría de frutas que todos beben con LSD, cuando la droga comienza a hacer efecto sobre los bailarines, toda la intolerancia y la insensatez colectiva sale a la luz, dando como resultado el infierno encarnado; el temible leviatán hobbesiano sin cabeza.

Habrá sacrificios, golpes, actos de bestial naturaleza, situaciones atroces, sádicas e irracionales, sin embargo, nada de esto es producto de los efectos lisérgicos; todo el odio, todo el rencor, todo el salvajismo brutal, ya está presente, ya existe; el LSD únicamente funge como un inhibidor de conducta social que lo expone, que lo visibiliza.

La cinta se conduce por un camino exorbitante y esquizofrénico, sólo que aquí, a diferencia de pasadas experiencias como Irreversible (Irréversible, 03) o Entra al vacío (Enter the Void, 09), no hay una sobreexplotación de los efectismos visuales, aquí Noé consigue perturbar al espectador gracias a la grandiosa construcción de sus atmósferas y a la elocuencia de su discurso, no sólo mediante el uso facilón de imágenes escandalosas.

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Clímax infernal

En alguna entrevista, Gaspar Noé dijo que en un principio quería que su película estuviera construida por dos grandes planos-secuencia, separados ambos por los créditos.

No es secreto que el cineasta argentino es gustoso de la pomposidad técnica, del ornamento fútil, sin embargo, en Clímax, Noé pule con el mismo esmero tanto continente como contenido, consiguiendo una cinta redonda y universal.

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Hacía los instantes finales del metraje, la cámara, aturdida, recorre las escalofriantes escenas, tambaleando como si se tratase de un espectador más, llegará entonces un momento en el que gira 180 grados, situándose totalmente de cabeza.

Es así como el director propone que vivimos en un mundo al revés, un mundo que se inclina lentamente hacia el proteccionismo, hacia los nacionalismos irracionales, hacia la cultura de odio y que, muy probablemente, se acerque cada vez más a su propio clímax infernal.

Clímax es sin duda, el punto más álgido que el cine de Gaspar Noé ha tocado hasta ahora.

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Título original: ‘Climax’
País: Francia, Bélgica, Estados Unidos y Suiza
Año: 2018
Duración: 95 minutos
Dirección: Gaspar Noé
Guion: Gaspar Noé
Fotografía:
Benoît Debie
Producción: Cinéventure 3, Taxshelter. be, Shelter Prod, BE TV, VOO, Sacem, Centre National de la Cinématographie, Vice Films, Artémis Productions, Arte France Cinéma, KNM, Eskwad, Les Cinémas de la Zone, Wild Bunch y Rectangle Productions

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