‘Tarde Para Morir Joven’ (2018), Dominga Sotomayor

La dramatización de lo cotidiano

 

“Me gustan las cicatrices que se notan,

que se pueden tocar”

 

Diciembre de 1990. En alguna región rural de un Chile recientemente emancipado del yugo militar pinochetista, Sofía y su familia se preparan para celebrar el año nuevo. A la llegada de Ignacio, un viejo amigo, Sofía comienza a sentir una fuerte atracción romántica.

Tarde para morir joven3

En las cicatrices se halla una belleza poética producto de la dicotomía enseñanza/recuerdo doloroso. Las cicatrices que se pueden ver, que se pueden tocar, esas que gustan a Sofía (Demian Hernández), protagonista de Tarde Para Morir Joven, tienden a estar cargadas con una memoria traumática, violenta incluso, sobre todo, cuando están frescas.

En marzo de 1990, el Régimen Militar instaurado por Augusto Pinochet, a razón de un sangriento golpe de Estado 17 años atrás, llegaba a su fin. A pocos meses del acabose dictatorial, justo cuando la sociedad chilena adquiere una libertad en ciernes, aunque también notas de latente incertidumbre, Sofía, su familia y amigos cercanos disponen todo para la fiesta de despedida al año bisagra de la historia contemporánea del país latinoamericano.

Tarde para morir joven4

Dominga Sotomayor, aquí ya en su tercer largometraje, inserta su argumento en un espacio aislado, incluso paradisiaco, los personajes se encuentran en un bosque alejado de la ciudad (y, por lo tanto, de los problemas sociopolíticos); un territorio virgen, de remanso, para reconstruir y prepararse para una nueva etapa en sus vidas.

En Tarde Para Morir Joven, la directora chilena se vale de un bosque dual; por un lado amable, en absoluto precario, pues, como se infiere, las familias protagonistas son de corte burgués, capaces de proveerse todas las comodidades para las actividades onomásticas: vivienda, transporte, comida, incluso alcohol, cigarros y marihuana que Sofía y compañía consiguen de un pueblo cercano a esta nada idílica.

Tarde para morir joven5

Sotomayor compone este microcosmos con pequeños dramas mundanos, el triángulo amoroso entre Ignacio (Matías Oviedo), Lucas (Antar Machado) y Sofía; la ruptura reciente entre los padres de ésta última; o la desaparición de la perra Frida, mascota de la pequeña Clara (Magdalena Tótoro).

Estas postales bucólicas, siempre al borde del tiempo muerto, se hilan con un delicado y discreto montaje que en su conjunto produce una cotidianeidad plácida, una superficie tranquila, en cuya profundidad subyacente se llevan a cabo todas las historias. La calma inmutable, posible gracias a la caída del régimen, provee, tanto a personaje como a espectador, del tiempo necesario para pensarse a sí mismo, para abstraerse en la trivialidad, mirar al vacío y afrontar todos los pequeños dramas, a veces con derrotas, a veces con victorias, pero siempre con enseñanza.

Tarde para morir joven6

Del otro lado del bosque, sin embargo, Sotomayor introduce una tensión postapocalíptica mediante el sutil esbozo de un recuerdo convulso; el miedo omnipresente a la poca, pero existente, presencia policial; los robos suscitados que nunca tendrán explicación; los repentinos e incontrolables incendios forestales; incluso los desencuentros paternales, todas estas constantes amenazas, que no permiten a los personajes, a pesar de encontrarse en un espacio y tiempo idílico, por fin alcanzar la paz, subrayan un contexto sin nunca ser mencionado literalmente. La cicatriz, aquí, está muy fresca aún.

Es cierto que hay muchas amenazas allá afuera en el bosque, no obstante, también existe un dejo esperanzador que se desprende la sencillez del argumento en sí mismo, depurado de cualquier esbozo melodramático innecesario, y también de los simbolismos finales de la cinta; el padre de Sofía por fin protegiéndola y arropándola; o Clara, que, al soltar la cadena de Frida, se vuelve el contenedor de una sabiduría tal que, a pesar del dolor que supone, le permite a la pequeña liberar a un animal que no le pertenecía más; Sotomayor, a través de la imagen, invoca así los conceptos de libertad y esperanza.

Tarde para morir joven2

El Chile en Tarde Para Morir Joven se enfrenta a un cambio generacional, la directora se enfoca en Sofía, en Lucas, en Clara, niños y adolescentes que nacieron dentro de la dictadura y que recién se disponen a descubrir la vida sin ella; para ellos, como describe el título, ya es tarde para morir jóvenes, lo que resta es vivir, con todo lo aterrador y maravilloso que ello conlleva, en turbulentos y agitados tiempos de cambios paradigmáticos.

Con la dramatización de lo cotidiano, de problemáticas familiares, amorosas e infantiles, que por fin escapan al horror bélico (ahora sólo el eco lejano de un monstruo agonizante), Dominga Sotomayor consigue una lírica y expresiva estampa veraniega, una instantánea de cicatrices de otros ayeres, de tiempos de desasosiego, pero también de posibilidades inéditas.

Tarde para morir joven poster

Título original: ‘Tarde Para Morir Joven’
País: Chile, Brasil, Argentina, Holanda y Qatar
Año: 2018
Duración: 108 minutos
Dirección: Dominga Sotomayor
Guion: Dominga Sotomayor
Fotografía: Inti Briones
Producción: Cinestación, RT Features, Ruda Cine y Circe Films

Deja un comentario