‘Ordet (La Palabra)’ (1955), Carl T. Dreyer

“¿Por qué no hay entre los creyentes

alguno que crea?”

 

Jutlandia, Dinamarca. Principios del siglo XX. La pacífica vida de una familia de granjeros cristianos, liderada por el patriarca Morten Borgen, es perturbada por la repentina demencia de uno de sus hijos, supuestamente producto de sus estudios de teología, sin embargo, parece que esto es apenas el principio de sus desgracias.

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La tergiversación de La Palabra

Cuando el hijo de dios caminó en la tierra, les habló a los hombres acerca del amor entre prójimos; los hombres, sin embargo, lo crucificaron. Desde entonces la fe y el discurso divino se han tergiversado, deformándose hasta el separatismo dogmático, el odio y la intolerancia.

Las enseñanzas primigenias de Jesús el nazareno distan mucho de la fe institucionalizada de la iglesia cristiana. En la magna Ordet, el realizador danés Carl Theodor Dreyer, ofrece una serie de cuestionamientos que giran alrededor de la fe y las diferentes maneras en que los hombres se acercan a ella.

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El loco

En la cima de una colina retumba con fuerza el eco de una voz profética, esta voz le pertenece a Johannes (Preben Lerdorff Rye), el hijo de Morten Borgen (Henrik Malberg); “malditos seáis por su falta de fe”, le recrimina al mundo entero, seguro de ser la reencarnación del hijo de dios.

Además del “loco” y su padre, la familia Borgen se completa con el hijo menor, Anders (Cay Kristiansen); el hijo mayor, Mikkel (Emil Hass Christensen); su esposa Inger (Birgitte Federspiel) y sus dos pequeñas hijas. Dreyer, mediante la disección espiritual de la familia, establece rápidamente el tema central del filme; la fe:

Morten, devoto granjero que funge como sostén figurativo; Mikkel, carente de fe, pero poseedor de algo de pronto más importante, un corazón bondadoso; Inger, el verdadero elemento cohesionador, una figura divina de inocencia inmaculada que mantiene la esperanza para todos los integrantes de la familia y finalmente Johannes, la fe encarnada, aquel que ha perdido la razón por estudiar a Søren Kierkegaard y cuya locura lo termina excluyendo de un mundo de cuerdos con creencias pervertidas.

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Dos senderos, ninguna salida

En Ordet se establecen tres arcos narrativos que terminarán por unirse en el desenlace; por un lado, la ya mencionada locura de Johannes; por otro, el amor prohibido de Anders, que pretende a Anne Petersen (Gerda Nielsen), una joven perteneciente a una secta religiosa rival y, por último, el complicado embarazo de Inger, que terminará provocando su muerte.

El cineasta deposita en las dos familias protagonistas, los rasgos distintivos de las diferentes vertientes del cristianismo danés (y quizá mundial); los Borgen, provenientes del pensamiento del pastor luterano Nikolai Grundtvig, desprenden un cristianismo luminoso y amable conducido por el amor; en cambio, la familia del sastre Peter Petersen (Ejner Federspiel), como expone Friedrich Nietzsche en su trascendental Anticristo (1888), es un cristianismo fanático que, enajenado por la idea de un mundo después de éste, ha negado la vida en su insana ansiedad por la muerte.

Dreyer, no obstante, al igual que Kaj Munk, dramaturgo autor de la obra original (Ordet, 1925), a pesar de simpatizar con el cristianismo luminoso, no va a tomar partido por ninguno de los dos senderos; para él, ambos se han olvidado de la materia principal de las enseñanzas de Jesús y han creado barreras infranqueables de intolerancia dogmática que soslayan el amor entre prójimos, en este caso particular, el de Anders y Anne.

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Expresionismo

La película, al tener su génesis en una obra teatral, está construida como una pieza de cámara con muy pocos escenarios exteriores, muy al estilo del Kammerspiel de Max Reinhardt y Friedrich Murnau, en este sentido, Dreyer erige un filme que sedimenta la complejidad emocional de sus personajes en la apabullante iluminación expresionista de los interiores.

Muy atrás quedó ya el montaje fragmentado de su etapa muda (incluida la maravillosa La pasión de Juana de Arco [La passion de Jeanne d’Arc, 29]), aquí el cineasta se inclina por la sobriedad de una puesta en cámara que compone y recompone el encuadre a medida que se desplaza por el espacio.

Ordet, en el plano puramente formal, es un ejercicio de madurez y depuración que, además de soportar y exaltar el argumento, nos invita a un estimulante recorrido por una galería de arte en movimiento, en cuya fúnebre imaginería visual percibimos ápices del mejor Vilhelm Hammershøi, Peter Ilsted o Carl Holsøe.

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Resurrección

En un pasaje de Andrei Rublev (Tarkovsky, 66), el protagonista se encuentra en un acalorado debate con Teófanes el griego (otro gran “loco” de la historia del cine) acerca de la estupidez humana; “¡Si Jesús volviera a la tierra, lo volverían a crucificar!”, concluyen ambos.

En Ordet asistimos a una Dinamarca paradójica, donde la religión cristiana lo es todo para sus habitantes, pero cuya fe, al mismo tiempo, ha quedado reducida a un mero elemento de coerción social, esterilizada y pervertida por la iglesia, representada aquí por el condescendiente y apático pastor local (Ove Rud).

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Los Borgen, los Petersen, todos ellos creen en milagros del pasado, pero son incapaces de creer en los del presente, Dreyer enfrenta a Jesús (materializado en la figura de Johannes, “el loco”) con el mundo moderno, contra la carencia de fe en los hombres.

El reloj que se detuvo con la muerte de Inger, vuelve a andar, su anunciada resurrección (a pesar de no ser una mímesis de la resurrección de Jesús en todo sentido), obra como un milagro que lo remueve todo; vuelve a amistar a Peter el sastre y al granjero Morten, empareja a Anna y Anders, recupera (medianamente) la cordura en Johannes y germina la fe en el corazón de Mikkel, Dreyer nos ha enseñado a escuchar la palabra de dios.

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Pocos, muy pocos cineastas son los que pueden llevar a buen puerto un argumento tan particular, dramático y exuberante como el de Ordet, una película que agota y revitaliza el espíritu al mismo tiempo.

Carl Dreyer se atreve a examinar el papel de los dogmas como barreras entre el amor de las personas, para el director, los hombres hemos malentendido todo, la religión ya poco o nada tiene que ver con dios.

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Título original: ‘Ordet’
País: Dinamarca
Año: 1955
Duración: 126 minutos
Dirección: Carl T. Dreyer
Guion: Carl T. Dreyer (Basado en la obra homónima de Kaj Munk)
Fotografía: Henning Bendsten
Producción: Palladium Film

6 comentarios sobre “‘Ordet (La Palabra)’ (1955), Carl T. Dreyer

  1. Me ha encantado la crítica! Hacer una crítica/análisis de ordet, una de las películas más bellas y profundas que se han creado en la historia, y también una de las mejores en general. Es tan rica en valores espirituales y ofrece tantos diferentes puntos de visto del uso que se le da a la fe. Obra magna, ahora mismo estoy viendo por primera vez Luz silenciosa, por lo visto bebe bastante de Ordet.

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    1. Hola, David.
      También considero a «Ordet» una de las obras cumbre de la historia cinematográfica europea y mundial. «Luz silenciosa» es una clara reinterpretación por parte de Reygadas, a mi parecer, la mejor película del mexicano hasta ahora, ya la revisaremos aquí en el blog, espero tu comentario cuando suceda.
      ¡Un saludo!

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  2. Excelente crítica y análisis. Una de las mejores películas que se han realizado. Dreyer muestra cómo muchas veces algunas comunidades se encierran tan dogmáticamente a adorar el discurso del amor al prójimo y se olvidan precisamente de amar a quien tienen junto.
    Saludos

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    1. Hola, Víctor.
      Bienvenido a este sitio, espero poder leerte seguido por estos rumbos.
      Cómo bien apuntas, quizá lo más valioso del filme es que nos enseña a derribar esos muros dogmáticos, una obra maestra total.
      ¡Saludos!

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