‘Coco’ (2017), Lee Unkrich y Adrian Molina

Miguel (Anthony Gonzalez), un pequeño niño mexicano de 12 años, sueña con convertirse en una gran estrella musical, sus deseos, sin embargo, se contraponen con la gran tradición zapatera de su familia. La travesía lo llevará al mundo de los muertos y al descubrimiento de su pasado ancestral.

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Marco Político

En una entrevista realizada en tierras mexicanas a Lee Unkrich, uno de los directores más laureados de la compañía Pixar, éste sostenía que Coco llevaba 6 años gestándose, no obstante, el delicado clima político que acaece a ambas naciones (México y Estados Unidos), sirvió como un marco perfecto para el estreno de la cinta, que se entiende como una carta de amor y optimismo al pueblo mexicano.

“Si no está roto, no lo arregles”, reza un viejo proverbio americano popularizado durante el gobierno de Jimmy Carter, así sucede con la fórmula que Disney Pixar lleva años reciclando ya sea en la piel de un juguete, un robot, una hormiga o, como en este caso, un niño mexicano. ¿Cómo sería si los juguetes vivieran?, ¿cómo sería si los dinosaurios vivieran?, ¿cómo sería si los robots vivieran?, ¿cómo sería si las emociones vivieran?, y ahora; ¿cómo sería si los muertos vivieran?

Generalmente se nos presenta a un protagonista joven quien debe aceptar sin condiciones el destino que le es impuesto y combatir contra el imperio, la idiosincrasia, la ignorancia, los arquetipos, la aniquilación o la tradición, para encontrar un equilibrio entre familia y realización individual. Melodramas muy básicos en donde el sentimentalismo (bien logrado, por supuesto) será la principal carta de presentación y que en otras ocasiones ha salido mejor librado que en la obra que nos ocupa.

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Trascendiendo estereotipos

Coco nos presenta una realidad mexicana que ya tiene mérito propio en trascender el sombrero, el bigote y el huarache, entendiéndose esto como una seria y muy profesional investigación documental por parte del equipo de producción. Las usanzas, las costumbres, la música, los vestuarios, el cine, los escenarios, todo hace que el filme esté lleno de reminiscencias a la vida de todo mexicano. La familiaridad y la proyección le suman mucho.

Nos acercamos a Miguel, un niño contrariado por la naturaleza artística de su ser y la tradición inmutable de su familia matriarcal que nace tres generaciones atrás cuando su tatarabuelo presuntamente abandona a su esposa Imelda (Alanna Ubach) y a su hija Socorro -Coco- (Ana Murguía), hecho sobre el cual se funda todo este paradigma de  intransigencia.

Miguel admira a Ernesto de la Cruz (Benjamin Bratt), el mejor musico de todos los tiempos, evidente símil de Pedro Infante y Jorge Negrete (que más adelante será desmentido porque los ídolos no pueden ser villanos, claro está). Una foto recortada le inferirá después que en realidad el famoso cantante es su tatarabuelo abandona-familias.

El niño, decidido a ir en contra de todo y todos, necesita una guitarra para participar en un concurso de talento, hurta la del difunto de la Cruz, pero en el día de muertos a los muertos se les da, no se les quita.

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Una extensión de la vida

En medio del panteón del pueblo, pavimentado con el dorado cempasúchil y decorado con velas que delinean el camino de los difuntos, Miguel activa el hechizo, ahora puede ver a los muertos, ahora está en camino de ser uno, y tendrá que conseguir la bendición de su familia para regresar a la vida. La consigue de su tatarabuela Imelda, pero con condiciones: no puede volver a la música nunca más. Su nueva odisea consistirá en encontrar a Ernesto, presunto tatarabuelo.

La fórmula se repite: un par de amigos, que aportan el humor más básico, le ayudan en su travesía, su perro xoloitzcuintle Dante (significativo nombre aludiendo a Alighieri, escritor de la Divina Comedia, Purgatorio y Paraíso). Y Héctor (Gael García), un muerto que corre el riesgo de morir por olvido (sí, existe otra muerte; la definitiva).

El más allá se presenta como una extensión de la vida, aún hay elites, aún hay clases, aún hay trabajo y burocracia, y lo que hayas hecho vivo te repercute ya muerto, tus actos te condicionan. Y los alebrijes, criaturas creadas en el mercado de La Merced por el cartonero Pedro Linares en los años 30, se materializan como hermosas criaturas fluorescentes y majestuosas que guían a las calaveras en su andar.

Ernesto se revela como un asesino, llevando al plano peyorativo el “Vive tu momento”, o “haz lo que sea necesario para vivir tu momento, incluso matar” (en el más allá no hay castigo ni juez). Miguel se redime y redime a la familia entera venciendo a de la Cruz en otro cliché formulístico más y en giros argumentales que el espectador menos entrenado podrá descifrar sin mucho esfuerzo. El niño encuentra el equilibrio entre familia e individuo y llega a conjeturas que resuelven traumas pasados.

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El día de muertos: tradición mexicana

No han pasado 5 minutos, después del prólogo narrado con el tradicional papel picado, cuando ya se ha cometido el primer traspié, en la secuencia que presenta a Ernesto de la Cruz como si fuera musical de Broadway, la entrada al mundo de los muertos que recuerda más a Disneyland o la aduana en donde aún fallecido tienes que declarar el equipaje y es que Coco es una carta de amor a México, sí, pero los gringos son gringos y a los gringos les gusta hacer gringadas.

En pantalla se ve el pueblo mágico, las tradiciones, los vestuarios, las pirámides, se ve por ahí a Cantinflas, al Santo, a los mencionados Negrete e Infante, incluso a una satirizada y conceptual Frida Kahlo, se escucha a la Llorona, a la Sandunga, se escucha el acento mexicano, todo con mejor idea que en pasadas representaciones, pero finalmente parafernalia y ornamento para contar una historia cliché que bien se puede narrar con cualquier otra tradición de cualquier otra parte del mundo, y que aquí funciona menos que en el prólogo de Up (Docter y Paterson, 09) o en la primera parte de Wall-E (Stanton, 08).

Coco no es, ni de cerca, la mejor película de Pixar, pero tampoco es enteramente un desperdicio, teniendo su mejor virtud en el ejercicio de alteridad que la empresa, alejada de la política separatista actual, pretende crear, y, por supuesto, en la impecable animación 3D.

En los créditos finales aparece la leyenda: “El día de muertos es una tradición ancestral mexicana. Para conocer más al respecto diríjase a su librería más cercana”, menos mal, no se vaya a pensar después que fue un invento de James Bond y Disney Pixar.

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Título original: ‘Coco’
País: Estados Unidos
Año: 2017
Duración: 105 minutos
Dirección: Lee Unkrich y Adrian Molina
Guion: Adrian Molina, Matthew Aldrich, Lee Unkrich y Jason Katz
Fotografía: Matt Aspbury y Danielle Feinberg
Producción: Disney Pixar

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